Del individuo y el Estado I


en los tiempos de Rousseau, previos a la Revolución Francesa, aún no había llegado la industria y el capitalismo estaba dando sólo sus primeros pasos. Las personas se distribuían en un sistema de castas, tremendamente impermeables: clero, nobleza, pueblo llano y una incipiente burguesía dominada por gremios cerrados. Muy humano y humanista había de ser el señor Jean-Jacques para posar sus ojos sobre este problema social, a todas luces de casi imposible solución en aquellos tiempos. No obstante, el ilustrado filósofo ya oteaba que el Estado, un Estado fuerte y dominante sobre las castas, podía acabar con aquel pérfido statu quo. Rousseau vislumbró que el vaso había de rebosar en algún momento, pero no creo que soñase con una revolución tan cruel y anárquica como la Francesa. Hoy sabemos que hubiese sido mejor un aterrizaje más suave pero también que sin aquella salvajada que asoló Francia y provocó la mayor guerra del siglo XIX, la igualdad y la libertad hubieran tardado en llegar cien años más. De la fraternidad ni hablo, pues no creo que haya experimentado gran desarrollo desde aquellos días.

Y precisamente esta carencia de "fraternité" es la que hace totalmente indispensable la existencia de un estado vigilante y regulador si queremos que la "egálité" y la "liberté" queden garantizados. 


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